Las Cinco Plagas Colombianas
La violencia, la impunidad, la desigualdad, la corrupción, la informalidad —las cinco plagas colombianas— existen desde hace siglos y el sistema político las trata como parte de la idiosincrasia nacional. Tradicionalmente, las clases dirigentes las han aceptado como males tolerables de nuestro origen mestizo y colonial, y los sectores populares como partes connaturales de su desgracia. Pero la creciente clase media colombiana es menos tolerante frente a ellas, y su insatisfacción —una revolución lenta y silenciosa— la registran cada vez más las encuestas, los medios de comunicación y las redes sociales.
El énfasis del sistema político por mejorar la cobertura de los servicios públicos, la educación, la salud y las telecomunicaciones, que viene del modelo urbanizador de los años sesenta, se quedó corto en el nuevo siglo porque la atención de los votantes se ha desplazado a los aspectos de calidad y costo de esos servicios. Los avances de los últimos años en reducción de pobreza y de violencia no sólo generaron mayores demandas (en materia del campo y de infraestructura, por ejemplo), sino que tuvieron el efecto de mostrar que es posible romper la inercia de los problemas estructurales.
La actitud agria de los ciudadanos proviene de su intuición de que la incapacidad para atacar las plagas eternas es resultado de la complicidad de los políticos con las causas y beneficiarios de éstas. Por eso, que un político enfrente abiertamente a alguno de los causantes o beneficiarios —a las Farc, por ejemplo— produce tantos réditos políticos.
La intuición de los colombianos es una forma personalizada de entender el principal problema de Colombia: la debilidad del Estado frente a grupos de poder legales e ilegales. La inacción del Estado colombiano frente a las cinco plagas es resultado, principalmente, de su incapacidad para tramitar y financiar reformas estructurales que atacan los intereses de esos grupos de poder. La reducción de la impunidad pasa por hacer una reforma profunda de la justicia para que la inversión de sumas considerables produzca efectos contundentes. La reducción de la desigualdad pasa por implementar reformas que aumenten el recaudo tributario a niveles aceptables para una economía del tamaño de la colombiana (es la mitad del de Chile). La reducción de la corrupción pasa por implementar unas reformas política y electoral drásticas que pongan freno a los estímulos clientelistas. La reducción de la informalidad pasa por hacer reformas que creen estímulos al empleo y no sólo al capital. Y la reducción de la violencia por implementar reformas que permitan construir la paz, que liberen recursos de guerra para invertir en proyectos sociales enfocados en reducir los estímulos a los jóvenes para ingresar a la violencia.
Con la excepción de la paz, los temas relacionados con la manera de confrontar las cinco plagas no hacen parte de la campaña presidencial. Quizás eso explica la insatisfacción de los votantes.La percepción de que los problemas estructurales del país son eternos, y no sólo no mejoran sino que la política no propone fórmulas ni líderes para superarlos, tiene que ver con la inconformidad de las mayorías con el sistema político y el pesimismo sobre la dirección del país que reflejan las encuestas.
La violencia, la impunidad, la desigualdad, la corrupción, la informalidad —las cinco plagas colombianas— existen desde hace siglos y el sistema político las trata como parte de la idiosincrasia nacional. Tradicionalmente, las clases dirigentes las han aceptado como males tolerables de nuestro origen mestizo y colonial, y los sectores populares como partes connaturales de su desgracia. Pero la creciente clase media colombiana es menos tolerante frente a ellas, y su insatisfacción —una revolución lenta y silenciosa— la registran cada vez más las encuestas, los medios de comunicación y las redes sociales.
El énfasis del sistema político por mejorar la cobertura de los servicios públicos, la educación, la salud y las telecomunicaciones, que viene del modelo urbanizador de los años sesenta, se quedó corto en el nuevo siglo porque la atención de los votantes se ha desplazado a los aspectos de calidad y costo de esos servicios. Los avances de los últimos años en reducción de pobreza y de violencia no sólo generaron mayores demandas (en materia del campo y de infraestructura, por ejemplo), sino que tuvieron el efecto de mostrar que es posible romper la inercia de los problemas estructurales.
La actitud agria de los ciudadanos proviene de su intuición de que la incapacidad para atacar las plagas eternas es resultado de la complicidad de los políticos con las causas y beneficiarios de éstas. Por eso, que un político enfrente abiertamente a alguno de los causantes o beneficiarios —a las Farc, por ejemplo— produce tantos réditos políticos.
La intuición de los colombianos es una forma personalizada de entender el principal problema de Colombia: la debilidad del Estado frente a grupos de poder legales e ilegales. La inacción del Estado colombiano frente a las cinco plagas es resultado, principalmente, de su incapacidad para tramitar y financiar reformas estructurales que atacan los intereses de esos grupos de poder. La reducción de la impunidad pasa por hacer una reforma profunda de la justicia para que la inversión de sumas considerables produzca efectos contundentes. La reducción de la desigualdad pasa por implementar reformas que aumenten el recaudo tributario a niveles aceptables para una economía del tamaño de la colombiana (es la mitad del de Chile). La reducción de la corrupción pasa por implementar unas reformas política y electoral drásticas que pongan freno a los estímulos clientelistas. La reducción de la informalidad pasa por hacer reformas que creen estímulos al empleo y no sólo al capital. Y la reducción de la violencia por implementar reformas que permitan construir la paz, que liberen recursos de guerra para invertir en proyectos sociales enfocados en reducir los estímulos a los jóvenes para ingresar a la violencia.
Con la excepción de la paz, los temas relacionados con la manera de confrontar las cinco plagas no hacen parte de la campaña presidencial. Quizás eso explica la insatisfacción de los votantes.
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